Para los aficionados de hueso colorado, es inevitable comparar la vida misma con un partido de futbol. En efecto, no son pocos los fanáticos que ven una determinada vivencia, incluso las más dramáticas (o tal vez por eso), como un encuentro de su deporte favorito. Ejemplo de ello es el cuento “De chilena”, del escritor argentino Eduardo Sacheri (1967). Esta es la historia de un hombre de unos 35 años que se encuentra hospitalizado con muy malos pronósticos de salud, pues los médicos no dan esperanza de que se recupere de una grave enfermedad, por lo que prácticamente está en la antesala de la muerte.
Este hombre se encuentra rodeado de su familia (esposa, hijos, padre), resignada ante su inminente fallecimiento y sin saber bien a bien cómo actuar ante la situación. Pero es Manuel, su hermano, quien nos narra la historia y trata de no derrumbarse en medio de su tristeza. También es el encargado de comunicarle al enfermo el diagnóstico de los médicos sin darle falsas esperanzas pero evitando en lo posible el sentimentalismo, además de informarle el último recurso por el que optarán los doctores para intentar salvarlo: una operación harto riesgosa.
“Campeón del barrio”: entre el cine y el boxeo
Es entonces que al enfermo lo invade un sentimiento de furia y convicción que hacía años dormía en su interior y que, en la intimidad de la charla con su hermano, le hace recordar a este un momento cumbre de su adolescencia cuando igualmente todo parecía perdido: un partido de futbol. El narrador rememora el encuentro de un torneo local donde se enfrentaba su equipo, el Belgrano, al gran rival del barrio, el Estudiantil. Era el último juego del campeonato y un empate bastaba para darle el título al Belgrano en cancha ajena. Las cosas no lucían complicadas, pues los contrarios habían tenido una campaña mediocre; sin embargo, impedir que el archienemigo campeonara salvaría su temporada.
Los hermanos jugaban en el Belgrano: Manuel era portero, y el que ahora no tenía esperanzas de vida, mediocampista. El drama comienza cuando, a los diez minutos, les expulsan a un defensa y reciben un gol. Tras un primer tiempo tormentoso, en el segundo mejoran. Buscan la igualada a toda costa pero sin éxito. Todo parece derrumbarse cuando les marcan un penal en contra a tres minutos del silbatazo final. En medio de la pesadumbre del Belgrano, Manuel reacciona cuando su hermano lo toma por el cuello de su suéter de portero y, con una furia y convicción avasalladoras, le dice: “Todavía no perdemos. Prométeme que atajarás el penal y yo te juro que lo empato”. Es el mismo convencimiento con el que ahora, veinte años después, su hermano enfermo lo toma del cuello de la camisa y le hace la promesa tácita de no morir…
Pueden conocer el desenlace de esta historia en el libro “La vida que pensamos” y responder si es verdad que, para muchos de nosotros, la vida entera no es otra cosa sino un largo partido de futbol.