En enero de 1994 fue muy sonado el escándalo de la patinadora estadounidense Tonya Harding (1970), quien se vio en el ojo del huracán por la agresión sufrida por su colega Nancy Kerrigan (1969), quien fue lesionada de una rodilla a manos de un atacante supuestamente por órdenes de la primera en plena etapa de competencias para integrar al equipo de patinaje artístico que representaría a Estados Unidos en los Olímpicos de Invierno de ese año en Lillehammer, Noruega.
Dicha agresión constituyó todo un fenómeno mediático y desembocó en una investigación del FBI para castigar al responsable, y, aunque finalmente Kerrigan se recuperó y estuvo junto con Harding en los Juegos, tuvo graves repercusiones para Tonya pues, además de resultar castigada con altas multas al ser hallada culpable, se le prohibió de por vida participar en competencias de patinaje.
Este lamentable suceso es el punto medular de la película de 2017 “Yo, Tonya” (“I, Tonya”), estelarizada por Margot Robbie y dirigida por Craig Gillespie. Basada en entrevistas con Harding y personas cercanas como su madre y su exmarido, esta cinta no sólo aborda el triste episodio de Kerrigan: brinda un panorama de la vida de Tonya desde su infancia, cuando a los tres años comenzó a patinar con el impulso de su madre, una mujer que, lejos de ser la figura amorosa que podría esperarse, trató de sacar lo mejor de su hija en la pista de hielo con rudeza, con una actitud de constante desafío e incluso violencia física y emocional para que Tonya lograra superarse.
Esa violencia, aunque parecería haber contribuido al objetivo deportivo, también marcó para siempre la relación entre Harding y su marido, una figura que influyó enormemente para terminar con su brillante carrera de una forma tan prematura como abrupta.
En este filme destacan, sobre todo, el esfuerzo de Tonya para sobresalir a pesar de las adversidades de su vida y su lucha contra los estereotipos que imperan en el patinaje artístico: en efecto, Harding no sólo se distinguía por su talento excepcional en la pista, sino que rompió con la figura de la patinadora dulce, pulcra, casi un hada de cuento, ejemplo para las familias estadounidenses. Fue así que tanto su actitud como su presentación pesaron más que su alto desempeño para que, en diversas ocasiones, los jueces no la calificaran con justicia en las competencias; sin embargo, Tonya se sobrepuso a ello para salir campeona nacional de Estados Unidos en dos ocasiones y ser medallista mundial.Cine y deportes de invierno: “Elegidos para el triunfo”
Pueden encontrar “Yo, Tonya” en “Manzana TV” y sólo descubrir la verdad detrás del ataque a Kerrigan, atribuido a Harding, que se ha convertido en una especie de leyenda urbana, sino además conocer a la atleta y la persona que es Tonya y reflexionar sobre una de las afirmaciones de la película: la gente busca figuras a las cuales amar, pero también a las cuales odiar, y Tonya Harding lo encarna a la perfección al haber experimentado ambos sentimientos por parte de los aficionados.