Hoy como nunca es probable que atestigüemos la extinción de la fiesta de los toros. La razón, el cada vez mayor número de ciudades, en distintos países tradicionalmente taurinos, donde las corridas son prohibidas por las autoridades. El argumento es el mismo esgrimido durante años: el trato dado a los animales durante el festejo, cruel y ventajoso para los detractores, artístico según los aficionados.
Asimismo, se cuestiona por qué la tauromaquia está considerada un deporte cuando, para sus opositores, nada tienen en común. Sin embargo, siempre se le incluye en espacios dedicados a disciplinas atléticas, quizás por falta de uno mejor donde ponerla. Tauromaquia ¿Por que se genera tanta polemica?
En una época en que hablar favorablemente del toreo provoca críticas de una inmensa mayoría, me atrevo, sin ser taurino, a tocar el tema por la huella que, pese a todo, la fiesta ha dejado en la cultura a través de la música, la pintura, el cine y, en este caso, la literatura.
Ejemplo de la influencia de la fiesta brava en las letras es el cuento “Pueblerina”, del escritor mexicano Juan José Arreola (1918-2001). Este breve pero divertido texto trata la historia de don Fulgencio, abogado que una mañana despierta con dos enormes cuernos de toro en la frente. Esta extraña situación, que su esposa trata de ignorar para no ofenderlo, no pasa desapercibida para los habitantes del pueblo, que de inmediato ven la ocasión para realizar con el pobre hombre toda clase de lances taurinos.
Con ingenio desbordante, Arreola describe cómo, mientras Fulgencio camina por la calle, no falta el muchacho que le cede el paso como un matador que esquiva a un astado, la señora que mira los pitones con malicia y huye a su casa a esconderse ante el enojo del abogado como quien se mete a un burladero. Pero no todo es malo para él: atraídos por la bravura que muestra con su cornamenta, nuevos clientes lo buscan para sus asuntos legales, pues piensan que nadie más los defenderá con la misma agresividad.
Con la presencia del sujeto con cuernos, todo el pueblo se llena de ambiente taurino. Todo aquel que se topa con el litigante amaga con colocarle un par de banderillas, darle un puyazo, hacerle una verónica o un galleo. Por fin, cansado de embestir a todo mundo, con heridas que sangran hacia dentro, don Fulgencio termina para el arrastre, con el único anhelo de regresar a la querencia de las tablas antes de la puntilla.
Pueden conocer el final de “Pueblerina” en el libro Confabulario (1952) y gozar la obra de uno de los autores mexicanos más importantes del siglo XX, que, para sorpresa de muchos, fue invitado a conducir, junto con el periodista Jorge Berry, programas televisivos de resumen y análisis de eventos como el Mundial de Futbol Italia 90 y los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Además, en una ocasión tuve oportunidad de preguntarle si era aficionado a algún deporte; Arreola me contestó que sus preferidos eran el tenis y el ciclismo.