Los Juegos Olímpicos también han sido escenario para la literatura, en este caso para un cuento de un autor mexicano del que ya les he hablado. Se trata de “Múnich 1972”, de Javier García-Galiano (1963).
Este relato, ubicado en la máxima justa deportiva en el verano de 1972 en Múnich, ciudad de la entonces Alemania Federal, narra la historia ficticia de la misteriosa desaparición de la medalla de plata obtenida en esos Juegos por el boxeador mexicano Alfonso Zárate, personaje creado por García-Galiano que alude al púgil Alfonso Zamora, quien realmente participó en los Olímpicos del 72 y obtuvo la presea al segundo lugar en la categoría de 51-54 kilos, galardón, por cierto, que fue el único conseguido por la delegación mexicana en esa edición olímpica.
Dicha desaparición del metal ganado por Zárate ocurre durante una fiesta clandestina organizada por sus compañeros de la representación azteca en plena Villa Olímpica para celebrar ese hecho y, aunque estaba reservada sólo para mexicanos, la música ranchera y el tequila pronto atraen a otros atletas, sobre todo búlgaros, chinos y turcos de diversas disciplinas.Jonrón de poesía: “Deportes”, de Nicolás Guillén
Es así que, en medio del ambiente festivo que los relaja en vísperas de sus competencias, en el cual no faltan las insinuaciones y encuentros entre los atletas, otro deportista mexicano se presenta a la reunión para exigir silencio, pues su prueba de equitación tendrá lugar al día siguiente y necesita descansar para tener un buen desempeño.
Esto provoca un conato de bronca en cuya confusión se produce el robo de la medalla de Zárate, que desencadenará una trama donde el deporte se combina con el espionaje, todo enmarcado en el contexto político de la época, cuando el mundo estaba inmerso en la Guerra Fría y dividido entre comunismo y capitalismo, bloques económicos y políticos que también se enfrentaban en el deporte.
Este relato, además, refleja hechos tristemente innegables: la falta de disciplina de algunos deportistas que pierden oportunidades de triunfo por un momento de “relajación” o “distracción” antes de una competencia importante y la pobre cosecha de preseas de nuestra representación olímpica, un mal que parece crónico ante una deficiente política deportiva que se ha perpetuado sin importar quiénes sean los dirigentes del deporte nacional.
Pueden encontrar “Múnich 1972” en el libro “Especulaciones cabalísticas” y recordar o conocer aspectos de esos Juegos Olímpicos, que resultaron manchados por un atentado terrorista en el que dos atletas israelíes murieron a manos de extremistas palestinos, quienes también tomaron a otros nueve como rehenes, lo que desencadenó una masacre donde fallecieron tanto palestinos como israelíes e hizo que las competencias fueran suspendidas durante un día, aunque luego se desarrollaron con normalidad.
Como aspectos positivos de estos Juegos cabe resaltar que fueron los primeros en tener una mascota, el perro Waldi; asimismo, representaron el momento cumbre del nadador estadounidense Mark Spitz, quien logró la increíble proeza de colgarse siete medallas de oro, marca que sería superada hasta Beijing 2008, cuando su compatriota Michael Phelps consiguió ocho metales dorados.