En ocasiones toda una familia es partidaria del mismo equipo de futbol. Es así que resulta posible ver en un estadio al padre, la madre y los hijos vistiendo idénticos colores. Este amor futbolero puede ser heredado: el padre le contagia al hijo la pasión por esa camiseta defendida en las buenas y las malas a lo largo de toda una vida.
Sin embargo, también sucede lo contrario: familias que dividen su apoyo entre dos o más equipos. Entonces podemos ver rivalidades entre, por ejemplo en México, un padre partidario de los Pumas de la UNAM y su hijo que le va al América.
Como se ve, la afición por un equipo de futbol a veces es algo desconcertante: aparentemente, la influencia paterna resulta determinante para elegirlo, pero a veces parecería tener el efecto contrario porque el hijo apoya al odiado rival.
Este es el tema del cuento “El cuadro del Raulito”, del escritor Eduardo Sacheri (1967). El relato nos presenta a un hombre aficionado del Huracán, club de la liga argentina. Acostumbrado a las decepciones futboleras, que incluyen un descenso, este hincha siempre pensó que su hijo, el Raulito, sería el compañero ideal para juntos consolarse de las derrotas y gozar las escasas victorias que el cuadro bonaerense le brinda. Empero, el ahora adolescente, influido por tíos, primos, amigos y vecinos que le regalan camisetas y demás artículos alusivos y le hablan de la historia y figuras de la institución, se declara fanático de River Plate.
Aunque contrariado por la decisión del Raulito, el hombre la respeta. Además, piensa que su hijo merece disfrutar de un cuadro ganador que le dé muchas más alegrías que las que Huracán podría. Después de todo, piensa el protagonista, irle a equipos diferentes no les impedirá compartir momentos juntos en el estadio de uno u otro club, además de que el amor común por el balón permanece intacto.
La prueba de fuego para padre e hijo llega cuando Huracán y River se enfrentan. Juntos escuchan la transmisión radial del encuentro. River sale como favorito y confirma los pronósticos cuando, a los veinte minutos, abre el marcador. Raulito no celebra el gol, aparentemente cohibido por la presencia de su padre; este le dice que no se apene, que grite el gol; después de todo, él lo hará si Huracán empata. Pero sucede lo contrario: el cuadro de la franja de fuego clava el segundo, pero el muchacho continúa reprimiendo su emoción para no incomodar a su viejo.
En el segundo tiempo, River anota el tercer gol y todo parece consumado. Sin embargo, Raulito luce incómodo. Su padre le pide dejar de reprimirse. Al fin y al cabo, ¿qué importa que Huracán vuelva a perder? ¿Qué más da una nueva derrota entre tantas otras?
Cuando todo parece decidido, Huracán anota el de la honra. Tímido festejo del padre y tranquilidad del hijo. Motivado por el descuento, Huracán se va encima del arco rival y clava el segundo, y esto provoca al fin la reacción del Raulito…
Les toca a ustedes descubrir el marcador final y el final de este relato, incluido en el libro electrónico La vida que pensamos, obra de Sacheri dedicada al futbol, y comentarlo la próxima vez que vean un juego con sus padres o hijos.