El deporte puede ser una metáfora de la vida, un aspecto de la existencia que se presta para ser comparado con diversas situaciones. Para los aficionados al beisbol, por ejemplo, aplica la idea de que la vida es un juego de pelota donde siempre existen posibilidades de ser ponchado o conectar un jonrón.
Ejemplo de ello es el cuento “Bateador emergente”, de la escritora mexicana Anamari Gomís (1950). Esta es la historia de Enrique, un publicista preocupado por presentar la mejor campaña para una compañía automotriz y que sea elegida por encima de la de Silva Gómez, prestigiado colega cuyo trabajo, por lo regular, siempre resulta ganador pese a ser una repetición de campañas que en otros tiempos le merecieron fama.
Esto provoca que Enrique compare su situación presente con aquellos tiempos, durante los años 60 en la Ciudad de México, cuando era un adolescente para quien el Rey de los Deportes era lo más importante. El protagonista recuerda aquellos años en que se levantaba muy temprano los sábados para ir a jugar en la famosa Liga Maya, torneo infantil de beisbol vigente hasta hoy.
Enrique era entonces un joven bateador que entrenaba como nadie y deseaba conectar la pelota tan bien como Fernando Remes, legendario beisbolista mexicano que brilló con los Tigres, que entonces jugaban en el DF. El esfuerzo y dedicación de Enrique, que él consideraba idénticos a los de un profesional, lo hacían pensar que, merecidamente, lograría un sitio en el equipo de estrellas de la liga, que iría a jugar a Estados Unidos.
Con la seguridad de ser uno de los mejores, Enrique escucha al entrenador nombrar a cada uno de los catorce elegidos, pero a él no lo menciona. El joven bateador apenas puede contener el llanto ante su frustración por no ser seleccionado cuando al fin pronuncian su nombre: “Enrique Dávalos, estrella suplente”.
Pese a estar entre los mejores de la liga, ser el relevo del hijo del entrenador constituye un pobre consuelo para Enrique, quien entonces se promete nunca más volver a ser suplente, ni en el diamante ni en la vida, aunque ahora, ya adulto, está a punto de quedar otra vez relegado por un publicista que vive de su antigua fama y tendrá que trabajar bajo sus órdenes, aunque, como reza la popular frase beisbolera, “esto no se acaba hasta que se acaba” y quizá Enrique aún guarde un jonrón que conectar y así pueda ser, de alguna manera, como Fernando “El Toro” Valenzuela, histórico pícher mexicano de los Dodgers de Los Ángeles de las Grandes Ligas, y no el publicista menospreciado que parece condenado a ser siempre el emergente en el juego de pelota de la vida.
Pueden encontrar “Bateador emergente” en el libro “La portada del Sargento Pimienta” (1994) y, además de disfrutar la obra de una de las más destacadas escritoras mexicanas de la actualidad, tener un ejemplo más de cómo el deporte nos proporciona enseñanzas que podemos aplicar en nuestra vida.