Alrededor del futbol surgen diversos artículos promocionales, sobre todo cuando se acerca un Mundial. Es así que múltiples marcas, aprovechando la efervescencia creciente por vivir una nueva Copa del Mundo, lanzan gran variedad de productos alusivos a este evento: vasos, figuras coleccionables, llaveros, yoyos y un largo etcétera. Uno de estos artículos, que se ha convertido en todo un clásico de cada cuatro años entre chicos y grandes, es el álbum de estampas oficial que lanza una reconocida editorial italiana.
Es así que, poco antes del inicio de un campeonato mundial, vemos a niños y jóvenes comprando e intercambiando cromos en escuelas y calles, e incluso a adultos en oficinas y otros centros de trabajo, en su afán por llenar el álbum del máximo certamen futbolero del planeta. Hace unos años, esta fiebre que contagia a muchos aficionados tuvo como sede el estadio Azteca, donde se organizó un intercambio de estampas masivo para que a ninguno le quedara incompleta su colección.
Este tema del álbum le sirvió de inspiración al escritor mexicano Antonio Ramos Revillas (1977) para su cuento “Ceulemans”. En esta historia, dos niños de entre ocho y nueve años están empeñados en completar el álbum de estampas del Mundial México 86 que sacó una conocida marca de botanas que por aquellos años tenía como mascota a una simpática ardillita. Pero tener todas las estampas pegadas en las páginas no es el premio mayor que persiguen estos amigos, sino el balón autografiado por “El Jefe” Tomás Boy, histórico futbolista mexicano que fue figura de los Tigres de la UANL y la selección nacional y hoy director técnico. El esférico puede canjearse en la popular tiendita de la esquina con la condición de entregar el álbum del Mundial lleno.
A uno de los niños, Pepe, le interesa sobremanera conseguir el balón, pues se lo tiene prometido a su padre, gran admirador de Tomás Boy pero que se encuentra en la cárcel. Sin embargo, al pequeño le hace falta una estampa para completar la colección: la del jugador belga Ceulemans, que, por más que se ha esforzado, no logra conseguir. En un último intento por obtenerla, Pepe acuerda con su amigo, que es el narrador del relato, apostarse diariamente afuera de la tienda de don Jaime en espera de que llegue la camioneta de la marca de papas fritas para, mientras el repartidor está ocupado entregando la mercancía, entrar al vehículo y buscar el cromo faltante, pues Pepe está convencido de poder hallarlo ahí dentro y así cumplir su promesa.
Pueden encontrar “Ceulemans” en internet y disfrutar de un cuento que no sólo traerá grandes recuerdos a quienes vivieron la Copa del 86, sino que también conmoverá a los lectores, pues muestra cómo un deporte tan humilde y maravilloso como el futbol puede representar una ilusión, un momento de luz en medio de una existencia que no siempre ofrece las mejores experiencias, sobre todo para la infancia, una etapa donde se vive el balompié con especial emoción.