Hay deportistas que pasan a la historia por algún momento épico, un instante de gloria que se graba en la memoria de los aficionados y del que se continúa hablando a lo largo del tiempo. Sin embargo, también ocurre que dicho episodio, aunque representa el punto más alto de la carrera de determinado atleta, asimismo es el único destacable de su trayectoria, sin que vuelva a producirse otro evento similar en el resto de sus años de actividad.
Esto es lo que podemos atestiguar en la película “La campeona de bronce” (The bronze), protagonizada por Melissa Rauch y dirigida por Bryan Buckley. Este filme de 2015 aborda la historia de Hope Ann Greggory (Rauch), gimnasta artística estadounidense que tuvo su momento cumbre en los Juegos Olímpicos de 2004. Durante la competencia femenil por equipos, Hope sufre una lesión de tobillo en su rutina en la viga de equilibrio, lo que puede dejar a Estados Unidos sin medalla en esta prueba. Cuando todo parece perdido para las norteamericanas, a pesar del dolor, Hope regresa para ejecutar su rutina en las barras asimétricas, con lo que su equipo conquista el bronce y ella la posteridad en toda la Unión Americana, en especial en su pueblo natal, Amherst, Ohio.
Sin embargo, al paso de los años, ya retirada por la lesión sufrida en los Olímpicos, Hope solo vive del recuerdo de su histórica actuación y se ha convertido en una mujer amargada y grosera que piensa que se merece toda la atención y reconocimiento de la gente por esa medalla de bronce tan celebrada en su momento. Es así que Hope se ha convertido en una parodia de sí misma que siempre se viste con el viejo uniforme de su equipo olímpico de 2004 y pide comida y productos gratis en cualquier establecimiento en recuerdo de su conquista.
Esta situación preocupa al padre de la exgimnasta, un mensajero a punto de jubilarse que ve cómo su hija es incapaz de superar su frustración y cuya vida no va a ningún lado. Pero todo cambia cuando la antigua entrenadora de Hope decide quitarse la vida y, a través de una carta póstuma, le encomienda una misión que la pone ante un nuevo panorama: hacerse cargo de la preparación de una de sus pupilas rumbo a los siguientes Juegos Olímpicos, cosa que no la entusiasma en absoluto. No obstante, a cambio de ello, la exmedallista podrá heredar medio millón de dólares, pero condicionados a que no lo comente con la joven a quien entrenará.
Primero por ambición y luego por convicción, Hope se convierte en entrenadora aunque un posible triunfo de su ahora pupila le signifique quedar relegada de la memoria de su gente, pues también es originaria del mismo pueblo de Ohio.
“La campeona de bronce” está disponible en plataformas de video bajo demanda para no solo reflexionar sobre la incapacidad de algunas figuras públicas para evolucionar y dejar atrás ciertas etapas de su vida, pues es posible aplicarlo a cualquier persona.