Para muchos niños, el futbol es una de las cosas más preciadas e importantes. Es en la infancia cuando los sueños de ser estrella del balompié empiezan a tomar forma, pues los pequeños encuentran un momento de felicidad al patear un balón.
Y precisamente el sueño futbolero que nace en esta etapa es inspiración para dos escritores argentinos: Roberto Fontanarrosa (1944-2007) y Eduardo Sacheri (1967). En el primer caso se trata del relato “La barrera”, publicado en 1977. Es una sencilla y breve historia cuyo protagonista es Miguel Tornino, un niño que, como muchos lo hicimos cuando amigos o hermanos no estaban presentes, arma su estadio personal en un pequeño patio para divertirse solo y fantasear con meter un gol.
Miguel toma el hueco que forma la parte baja del lavadero como improvisada portería para intentar una anotación. Retira las botellas de vidrio colocadas ahí para no romperlas. A continuación, como anuncia el título del cuento, con las macetas del patio, forma la barrera defensiva que intentará impedir el gol de tiro libre que está por cobrar.
Para dar mayor realismo a la acción, Miguel agrega el detalle, como muchos también lo hicimos, de simular una transmisión radial de la jugada. Es así que el chico, en su papel de narrador de su propio cobro, se pone frente a la portería. El público está expectante ante el tiro del joven futbolista del Racing Club. La única posibilidad de que Miguel falle es que su perro, el Negro, muerda la pelota y la ponche. Con la afición gritando su nombre, dispara…
El segundo cuento es “Independiente, mi viejo y yo”, de 2013. Su autor, Eduardo Sacheri, recuerda los tiempos en que, siendo un niño de preescolar, heredó de su padre la afición y cariño por el Club Atlético Independiente, de la ciudad de Avellaneda, Argentina. En la historia, el Eduardo niño, en compañía de su progenitor, se alista para ver el partido donde el cuadro rojo se enfrenta en una final a un conjunto brasileño. Preparan toda la parafernalia: uniforme para el pequeño, banderas en las paredes, cánticos, la televisión en el canal que transmitirá el duelo pero sin volumen porque el padre prefiere escuchar la narración del radio. Es domingo por la noche y el infante cabecea en determinado momento del partido; al día siguiente hay escuela. Su viejo le dice que se vaya a la cama; ¿pero cómo dejarlos solos a él y al equipo, que necesita remontar un abultado marcador porque en el juego de ida los brasileños les pusieron un baile a los rojos y necesitan todo el apoyo posible? No hay por qué preocuparse, afirma el padre: los de Avellaneda siempre salen campeones. Con esa confianza brindada por el adulto, el niño se acuesta.
Por la mañana, antes de irse al colegio, el pequeño recuerda el partido, cuyo resultado desconoce. “¿Quién ganó, mamá?”. “No sé. Pregúntale a tu padre”. Este de pronto aparece. ¿Qué le contesta a su hijo?
Como ilustra esta historia, ¿cuántos aficionados no son seguidores de su equipo por el amor que su padre les inculcó siendo niños?
“La barrera” está incluido en el libro Los mejores cuentos de futbol, de Roberto Fontanarrosa, mientras que “Independiente, mi viejo y yo” aparece en La vida que pensamos, de Eduardo Sacheri, ambos disponibles en versión digital para recordar nuestro amor por el futbol cuando éramos niños.